Igualdad de género en el mundo laboral: un viaje desde la Historia
La igualdad de género en el mundo laboral ha sido un tema central en las transformaciones sociales y económicas a lo largo de la historia. Desde la industrialización, las mujeres han enfrentado desafíos constantes para acceder al trabajo en igualdad de condiciones, marcadas por una regulación que, aunque presentada como protectora, a menudo reforzó la discriminación.
La regulación del trabajo femenino tuvo como objetivo declarado mejorar el nivel de vida del obrero eliminando la competencia femenina en las fábricas y reservando a las mujeres el papel de custodias del bienestar del hogar y la familia. Estas medidas respondían a una cultura profundamente patriarcal, basada en roles sociales diferentes para mujeres y hombres. Mientras el hombre era concebido como el breadwinner, proveedor del bienestar económico, la mujer se relegaba al ámbito de los cuidados y la procreación de la futura clase obrera. Incluso cuando trabajaban fuera del hogar, su salario era considerado un complemento al del marido, manteniéndose así la continuidad y estabilidad de la reproducción social.
La mujer vista como el ángel del hogar y el hombre como el proveedor.
Los sindicatos jugaron un papel primordial en este marco. Las organizaciones sindicales masculinas reforzaban el discurso de la domesticidad femenina, motivadas tanto por el miedo a que las mujeres compitieran por sus empleos como por la intención de conservar su posición dominante como sustentadores del hogar. En sus primeras etapas, estas organizaciones excluían a las mujeres de manera activa y directa.
Ante esta situación, las mujeres respondieron creando asociaciones propias y promoviendo un sindicalismo femenino que, aunque limitado en fuerza, luchó por sus derechos y su representación en el mundo laboral.
A pesar de la reticencia de muchos empresarios y de la falta de vigilancia en el cumplimiento de las normativas, la regulación del trabajo femenino tuvo un impacto incuestionable en el modelo de organización social de la época. Reforzó la separación entre el hombre como productor y la mujer como cuidadora del espacio privado, consolidando la división sexual del trabajo. Este modelo sentó las bases de desigualdades estructurales que aún hoy persisten en el mercado laboral, como la brecha salarial, la precariedad de los contratos femeninos y la feminización de la pobreza.
La brecha salarial y la segregación vertical y horizontal siguen siendo características del trabajo femenino. Estas condiciones, unidas a la representación estadística de las mujeres como trabajadoras secundarias vinculadas a su situación familiar, derivan en un mayor riesgo de exclusión social. Las regulaciones históricas del trabajo femenino son herederas de una consolidación de la separación entre lo privado y lo público, entre mujeres y hombres.
Para avanzar hacia una verdadera igualdad de género en el mundo laboral, es imprescindible desmantelar los patrones discriminatorios del pasado. Las lecciones de la historia demuestran la necesidad de una reforma estructural que no solo contemple la igualdad de acceso, sino también un cambio en las dinámicas culturales y sociales que siguen perpetuando estas desigualdades.
Todavía queda mucho camino por recorrer para lograr la igualdad de género en el mundo laboral. Mirar hacia la historia nos ayuda a entender cómo se han construido las desigualdades que seguimos viviendo hoy. La importancia de conceptualizar para lograr politizar.
¡Seguimos!